Lecciones para Europa de la crisis financiera
La segunda jornada del ciclo propuesto “Europa a debate” se centra en la cuestión que sin duda ha marcado el Trío de Presidencias formado por España, Bélgica y Hungría: la crisis financiera. Y es que, aunque ésta había arrancado a nivel internacional ya en 2007, con los créditos subprime, y se había confirmado luego en el otoño de 2008 tras la caída de Lehman Brothers, la crisis se recrudeció en una segunda fase más propiamente europea a partir de febrero de 2010 –al poco de comenzar el semestre español- cuando se destapó la grave situación de la deuda pública griega y las dificultades de financiación se contagiaron posteriormente a otras economías llamadas ‘periféricas’. Desde entonces, muchos estados miembros se han visto agobiados por los ataques especulativos de los mercados –condimentados con los aparentemente caprichosos criterios de las agencias de calificación- hasta el punto de que se ha planteado la salida de algún miembro de la zona euro y se ha cuestionado la viabilidad misma de la moneda común.
Muchos países, y España singularmente entre ellos, después de una inicial respuesta expansiva mantenida entre 2008 y 2010 para evitar o reducir el impacto de la recesión, han tenido que iniciar dolorosos planes de consolidación fiscal –con aumentos de impuestos o drásticos recortes de gasto público tal vez inevitables en esta circunstancia pero que tienen el efecto contraindicado añadido de poner en riesgo la recuperación- y se han visto casi obligados a precipitar impopulares reformas estructurales –en muchos casos necesarias al margen de la crisis- que incluyen la nueva regulación de las pensiones, o cambios en el mercado de trabajo, en la estructura de las administraciones públicas y en los sistemas bancario-financieros nacionales.
Esta crisis sin precedentes ha acabado afectando al trabajo de los integrantes del Trío 2010-2011 y de las instituciones europeas, que en este año han debido de prestar mucha atención y esfuerzos para procurar remedios de corto plazo y para impulsar unas reglas que eviten que se vuelvan a repetir situaciones similares en el futuro. Por eso, este seminario se orienta a responder la pregunta sobre qué hemos aprendido de la crisis financiera; destacando las lecciones amargas pero también las ventanas de oportunidad que se han abierto y que la UE ha aprovechado parcialmente al ir articulando una respuesta conjunta para defender la estabilidad del euro y reforzar la coordinación económica.
La crisis, en primer lugar, ha puesto de manifiesto diversas debilidades europeas: la gravedad de incumplir el Pacto de Estabilidad y Crecimiento por parte de algunos estados, las asimetrías entre una unión monetaria completa y una ausencia de gobierno económico común, las vacilaciones de algún estado miembro importante por motivos políticos de poca altura que han retrasado la toma de decisiones y complicado más la situación, las funciones del Banco Central Europeo demasiado orientadas a la estabilidad de precios, la ausencia de mecanismos que alertasen de las pérdidas de competitividad, los problemas de la mala regulación del sector financiero, o la subordinación casi inerme de la emisión de deuda soberana a los criterios de poderosas agencias privadas que califican el riesgo para los inversores internacionales en base a criterios que se han demostrado poco fundamentados.
Pero, con todo, es cierto que el Consejo Europeo y el Ecofin, tal vez de forma reactiva y a la defensiva, han ido tejiendo un conjunto de respuestas que harán que los dieciocho meses del Trío se cierren con un balance en lo relativo a decisiones económicas innegablemente espectacular. España comenzó su Presidencia planteando la necesidad de reforzar el gobierno económico de la Unión y, pese a que la reacción inicial por parte de algunos estados miembros a tales propósitos fue adversa, se han dado importantes pasos adelante en ese sentido. Es verdad que en enero de 2010 el Gobierno español no estaba pensando tanto en un papel más determinante de las instituciones europeas en la consolidación fiscal a corto plazo, sino más bien en mecanismos a medio o largo plazo de coordinación de las reformas estructurales.
Pese a la falta de liderazgo observada entre febrero y abril de 2010, lo cierto es que se decidió finalmente el rescate de Grecia y, sobre todo, el Ecofin, reunido de forma extraordinaria el 9 y 10 de mayo, adoptó la decisión clave de crear un fondo de estabilidad financiera dotado de hasta 750.000 millones de euros para dar una respuesta firme a la especulación. Ya en 2011, tras el rescate a Irlanda, este sistema orientado a proteger el euro se ha consolidado como marco estable de gestión de crisis y, junto a otras medidas, pasa a esbozarse por fin una verdadera unión económica. Muchos estados miembros, y singularmente España, han podido percibir con claridad la novedosa vinculación directa que se ha establecido entre ese nuevo fondo y la aplicación rigurosa de los umbrales máximos de déficit del Pacto de Estabilidad. Un pacto que ha sido reforzado –además de acompañado de nuevos mecanismos preventivos para asegurar su cumplimiento, como el ‘semestre europeo’ o el control de los desequilibrios macroeconómicos; que se vinculan a la Estrategia UE 2020 de crecimiento innovador y sostenible a medio plazo-. Además se han adoptado medidas de ajuste, animadas desde Bruselas, sobre políticas económicas en principio ajenas a las competencias europeas.
Pero la crisis no solo ha traído instrumentos para gestionarla ahora sino también para abordar futuras situaciones de inestabilidad. Los mecanismos de supervisión financiera –la Junta Europea de Riesgos Sistémicos y tres mecanismos adicionales– han sido aprobados y el Consejo ha añadido medidas complementarias, de efectividad a demostrar, que pretenden el control sobre los fondos especulativos y sobre las agencias de calificación de riesgo. Como se ha señalado desde el Parlamento Europeo, los ciudadanos no están dispuestos a volver a pagar las extravagancias de Wall Street o de la City.
Es evidente que la crisis es un reto económico de gran envergadura y de la capacidad de Europa de dar una respuesta común depende en gran parte el futuro de la integración y del modelo social europeo. Existe el riesgo de que no se sepa coordinar más estrechamente las políticas económicas en la Unión y controlar mejor los presupuestos nacionales. Pero también es peligroso que ese control se olvide de consideraciones sociales o incluso sacrifique el crecimiento futuro en el altar de la estabilidad macroeconómica.
En esta segunda jornada de “Europa a debate” se analizará pues qué hemos aprendido de la crisis, tanto en el nivel de los estados miembros, como en el conjunto de la Unión, desde una triple perspectiva. Primero, se debatirá retrospectivamente qué modificaciones se han producido en este terreno a lo largo de las tres Presidencias, y en qué estado se encuentra el proyecto de un “gobierno económico” tanto para la eurozona como para los países que no forman parte del euro, como por ejemplo Hungría. Segundo, se comparará lo acontecido en Europa con las respuestas a la crisis en los mucho más flexibles EEUU, los BRICs o incluso alternativas hipotéticas de acción. Tercero, desde una mirada prospectiva, se debatirá el futuro: las medidas que los estados miembros y la Unión en su conjunto habrían de poner en práctica para garantizar su modelo, incluyendo posibles sanciones a los incumplidores pero también más osadía europeísta que por ejemplo permita deuda pública propiamente de la UE. Las crisis son oportunidades de cambiar y mejorar las cosas que hay que aprovechar y no ignorar sesgadamente.
Para este análisis en el seminario, se contará con la presencia de numerosos invitados: representantes de las instituciones europeas – Consejo, Comisión, Parlamento- diplomáticos, expertos-as académicos, think-tanks, actores sociales (empresas y sindicatos), periodistas, y ciudadanía en general. Parece, desde luego, importante que el Trío de Presidencias que forman España, Bélgica y Hungría haga llegar sus mensajes a los ciudadanos y comunique sus objetivos, problemas, logros y resultados a ellos de una manera directa, sincera y auténtica. Y parece ineludible para Europa abordar un debate que se aparcó en el momento del nacimiento del euro y que resulta inaplazable: cómo construir un gobierno económico de verdad. Esa es la gran lección de la crisis.